El Abate Henri Huvelin

 

 

Nació el 7 de Octubre de 1838 en Laon, Francia. Desde joven ya tenía clara su vocación - ser sacerdote - y va a vivir a París. Se ordena el 15 de junio de 1867. Desde 1875 hasta la muerte en 1910 será vicario de  Saint Augustin.

 

Era octubre de 1886, estaba de vicario en la Iglesia San Agustín en Paris, cuando Carlos de Foucauld se acercó para pedir información acerca de la religión católica.

Lo había visto a menudo solo en la iglesia, cuando ya no quedaba gente. Con frecuencia había escuchado hablar de él en su familia. Percibió  su búsqueda. ¿Era el Espíritu Santo que de pronto le hacía decir:” arrodíllate y confiésate”?

Carlos hizo alguna objeción pero sin embargo… se arrodilló y le confió toda su búsqueda, el vagabundeo que había hecho, todo. Intuitivamente sintió también el hambre de Dios que este hombre tenía. Aquella mañana se encontraba en ayunas y el abate se dirigió con él al altar y le dio la hostia sagrada, Jesús mismo.

También para el padre Huvelin fue un momento muy intenso. Dios, nuestro Padre, estaba tan cerca, que de pronto se abrieron tantas posibilidades. Carlos creía de nuevo. Aceptaba de nuevo a Dios en su vida. Quedó tan conmovido por este paso que inmediatamente comprendió no poder hacer otra cosa que vivir para este Dios.

El abate se convirtió en su confesor y acompañante espiritual durante 24 años. Al inicio la fe de Carlos tuvo que vencer muchos obstáculos. Él que había dudado tanto, no creía de un solo golpe: los milagros del Evangelio no le parecían dignos de fe, o quería introducir pasajes del Corán en sus oraciones, etc... Visitaba muy a menudo al Padre Huvelin, y poco a poco iba creciendo su fe. Aspiraba hacerse religioso, vivir exclusivamente para Dios y hacer lo más perfecto, fuera lo que fuera. El abate le pedió que esperara 3 años. Tenía miedo de su fervor exagerado.

Para poder pensarlo con tranquilidad y despejar la mente, le aconsejó emprender un viaje a Tierra Santa. Carlos visitó los Lugares Santos, entre ellos también Nazaret.

Regresó de allá en un estado de gran alegría, casi eufórica. Seguiría las huellas de Jesús, El Pobre.

Iniciaron la búsqueda de una Orden Religiosa adecuada. No había modo de contenerlo… Pero no estaba claro cuál era esta Orden. Carlos querría entrar en la Orden donde encontraría la mayor fidelidad en el seguimiento de Jesús. Quería ante todo seguir la vida oculta de Jesús, el humilde y pobre obrero de Nazaret, “que  había ocupado el último puesto de tal manera, que nadie jamás se lo había podido arrebatar…”. Parecía que el mejor lugar era entre los Trapenses.

Carlos partió el 15 de enero de 1890 hacia Notre-Dame des Neiges, una abadía trapense en el Ardeche, Francia. a partir de ese momento iniciaron una correspondencia continua.

Carlos trató de aceptar y de cumplir todo cuanto el abate le aconsejaba e imponía. Decenas de veces escribe en sus cartas: “quien te escucha, a mi me escucha”.

En las cartas de Carlos le emocionaban la gratitud afectuosa para con él, y sobre todo su actitud de precisa y constante obediencia. Esperaba realmente que el abate le expresara la voluntad de Cristo.

No obstante, el acompañamiento espiritual no resultaba del todo fácil. El hermano Carlos poseía una voluntad muy singular, era impulsivo e impetuoso. El 26 de junio de 1890 salió hacia Siria, a una Trapa más rigurosa.

Y en 1893 preguntaba al abate si veía posible que fundara una pequeña Congregación de religiosos, y de vivir exclusivamente del trabajo de sus manos, como vivía Jesús junto a María y José. Otra vez le hizo esperar. Esperaba que al fin hallara entre los Trapenses lo que buscaba. Pero no, su deseo de seguir su vocación particular se acrecentaba y se evidenciaba.

En 1896 (al cabo de más de 6 años), aconsejó a Carlos pedir a sus superiores el permiso de abandonar el convento. Pero los Trapenses le aconsejaron que estudiara 2 años de teología en Roma. Finalizando los Ejercicios Espirituales en preparación a su profesión perpetua, el 23 de enero de 1897, recibió totalmente inesperado del padre general en persona, el consentimiento de seguir su vocación particular. ¡Exultaba de gozo!

Unos días después partió hacia Nazaret. Ahí vivió casi 4 años como ermitaño y sirviente, en un convento de las Hermanas Clarisas.

Incluso durante ese período se dirigía al abate con toda clase de proposiciones. De nuevo quería fundar una pequeña Comunidad… En otra ocasión quería comprar el Monte de las Bienaventuranzas. Finalmente pidió su ordenación sacerdotal. Volvió a Francia donde los Trapenses para ser ordenado sacerdote el 9 de junio de 1901. Poco después partió para Beni Abbès, una oasis en la frontera de Argelia con Marruecos. Llevaría a Cristo ahí, entre los pueblos más abandonados. En 1903 el padre Huvelin le dio finalmente permiso para ir hacia los Tuaregs, en el lejano sur del Sahara. Carlos se instaló en Tamanrasset.

Escribía fielmente al abate. Incluso cuando la salud de este último se iba quebrantando progresivamente y la correspondencia tardaba semanas en llegar. En todo seguía pidiendo su consejo acerca de su búsqueda de Dios y de los hombres, hasta su muerte en 1910.

 

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