“Las virtudes fundamentales -caridad, humildad, amabilidad- están desapareciendo o están muy debilitadas. La caridad es el fundamento de nuestra religión y exige que cada cristiano ame al prójimo como a sí mismo. Porque la salvación del prójimo es tan importante como la salvación de uno mismo. Todo cristiano debe ser un apóstol. Esto no es un consejo, sino un mandamiento: el mandamiento de la caridad.
Hay que renunciar a toda fuerza; hemos de desterrar las ideas belicosas de nosotros mismos. Jesús nos enseñó a ir «como corderos en medio de lobos», a no hablar con amargura y crueldad, a no ir armados.
Tenemos que leer y releer el Evangelio sin detenernos, de manera que tengamos el espíritu, los hechos, las palabras y los pensamientos de Jesús delante de nosotros, a fin de que un día podamos pensar, hablar y actuar como él lo hizo”.