Hermano y Amigo Sufría y gozaba con corazón de niño, le encantaba cantar: “Yo tengo un gozo en el alma” o “Si en verdad hoy es fiesta da las palmas” “Y tú hermano ¿por qué no cantas las alabanzas a Cristo Redentor?” Utilizaba la Plegaria Eucarístíca de los Niños en la Eucaristía porque creía que era un lenguaje más asequible para todos. Otra cosa que me admiraba era su coherencia y pobreza. Sé de más de una vez que había pedido un préstamo a su nombre en el Obispado (sin intereses) para dárselo a alguien necesitado. Y él hasta el más mínimo detalle que se le regalaba decía: ¡No! No por sistema sino para no habituarse a esta sociedad de consumo. “Serlo y parecerlo”, me decía siempre. Le quisimos regalar un teléfono inalámbrico para facilitar la tarea de su cuidador durante la enfermedad. Pues dijo que no, que era ¡tentación! Ese compromiso con los pobres de la tierra -con el Tercer y Cuarto Mundo le llevó a hacer ayuno y oración todos los miércoles porque los viernes abría su casa de par en par a todos los que quisieran compartir la olla de Matilde, la ensalada de Antonio Vivar o lo que llegara de alguno de nosotros. Él siempre ponía el postre: la fruta, algunas pastas de sus hermanas contemplativas y alguna infusión. (¡Claro! Esto fue cuando ya por su salud no podía ir al comedor de los transeúntes). Cada semana uno hacía la bendición de la mesa. (Se había traído de Chile unos cartoncillos redondos con textos de la Palabra y oración relacionada y los utilizaba con nosotros). Todas las semanas teníamos el grupo de oración una hora de plegaria compartida y Manolo siempre estaba en su rinconcillo en silencio. Quizás haya sido el grupo más constante y asiduo. Últimamente se quedaba a veces dormido y nos lo contaba sorprendido. Preparábamos la oración por turnos cada una (empezamos siendo todas mujeres menos Manolo.) Él nos respetó la forma de prepararla. Tan solo cuando el grupo llevaba varios años, Manolo empezó a prepararla también. Nuestra forma de silenciar el cuerpo para escuchar mejor El Evangelio del Domingo siguiente en silencio y, después, libremente y -como me decía una persona que vino de fuera- “parecía que no teníamos máscaras, que éramos como niñ@s compartiendo sencillamente lo que Dios hacía en cada una. Terminábamos con el Padre nuestro y un canto a la Virgen. o un Ave María. Un año nos ocurrió una cosa: Estábamos celebrando la Eucaristía en Santa Paula y como era la casa de los transeúntes pasaron varios hombres. De repente uno de ellos ve que es Manolo el que celebra y se sorprende: “Pero ¿tú no eres Manolo?” Ellos creían que había sido un transeúnte y en ese momento se dieron cuenta de su testimonio: iba a comer con ellos al comedor de las Apostólicas -después de Cáritas- y también al de San Rafael. Después, estas personas participaron en la celebración del Triduo Pascual. Y han estado con nosotros despidiendo a Manolo. Y otra anécdota profunda y sencilla: nuestro hermano “el Pastor” (transeúnte) estando preparando la Eucaristía de despedida de Manolo, buscábamos el salmo que era como el lema de su vida: “Tú me agarras de la mano derecha, me guías según tus planes y me llevas a un destino glorioso” (confrontar el Salmo 72). Por sorpresa nuestra, él era el que llevaba la Palabra de Dios en su morral. Claramente Dios está siempre del lado de los sencillos y pequeños. Casi siempre que había alguna manifestación con los pobres de la tierra (del Movimiento cultural cristiano que nació en San Ildefonso), del O,7% o Pobreza 0, Otro Mundo es posible, Granada Acoge y las pateras, procuraba participar. Gracias a esa sensibilidad social por un mundo más justo y fraterno un matrimonio amigo de Toledo, Sagrario y familia en Toledo, cedieron su casa para Granada Acoge. “El Señor es mi Pastor, nada me falta. En verdes praderas me haces recostar. - Solía decir-. Me conduces hacia fuentes tranquilas...” ¡Y qué bien lo vivió! Muchos lunes se iba de desierto al campo y contemplaba la naturaleza que tanto le gustaba. Se iba con unos cuantos frutos secos en el bolsillo y así pasaba el día. Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos, me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa. Mi morada será la Casa del Señor por días sin término”. (cfr. Salmo 22). Sí, Padre, yo te bendigo de haber ocultado estas cosas a los sabios y engreídos y se las has revelado a los pequeños.” Lc. 10,21-22 [Extrato de una semblanza de una amiga] |