Inicio > Boletín Iesus Caritas > Web > 160 > Claude Rault

Homilía al comienzo del Año[4]

Muy queridos hermanos y hermanas en Jesús.

La tierra da vueltas, los días y los años también. ¡Con tal que nuestra pobre cabeza no haga lo mismo! Los acontecimientos parecen tomar una andadura que la dramatización de los medios de comunicación no hace más que acentuar. Tenemos a veces la impresión que nuestro Planeta está perdiendo el norte. ¡Y con todo, nos deseamos, aún y siempre “Feliz Año”!

¿Qué colocamos detrás de estas dos palabras así a menudo repetidas, por práctica mecánica o por convicción, a falta de fórmula más original? ¿Qué sentido damos a estos deseos que quieren ser sinceros hacia las personas, las familias y las comunidades humanas?

¿Qué la guerra civil y abierta cese finalmente en Irak, Afganistán, Pakistán, en el Congo Kinshasa, y sobre todo en los lugares del Planeta donde hay devastaciones?

¿Qué las grandes potencias, a veces en vínculo con los dirigentes de las naciones en cuestión, cesen el saqueo de los países desamparados manteniendo el equilibrio diabólico de las rivalidades internas?

¿Qué el pueblo que está naciendo en el dolor, en Palestina o el Sahara Occidental pueda finalmente ser reconocido en su derecho a existir como nación?

¿Qué todos los emigrantes que deambulan en nuestro Planeta no encuentren más razón para arriesgarse a la loca aventura del vagabundeo y los paraísos de sueño?

¿Qué más justicia y equidad reinen en los países del mundo para que los hombres y mujeres de esta tierra vivan con más dignidad?

¿Qué todos los creyentes del mundo se den la mano no para hacer frente contra algún enemigo común, sino para construir la paz, como muchos lo desean y lo proponen?

¿Qué la rivalidad religiosa, el militantismo ateo o la instrumentalización de la religión den cabida siempre a más interiorización para que la persona humana esté respetada en todos sus derechos, y comprendida incluso cuando no cree?

Podríamos detenidamente alargar la lista de los deseos más locos, los más irrealistas, como los más urgentes para nuestra Tierra. ¿Todo eso está realmente a nuestro alcance? ¿Eso nos sobrepasa, no es así? ¿Qué podemos hacer para que eso se convierta en realidad? ¿Alzar los brazos al cielo para que el Maestro de lo Imposible se digne como por milagro regular todas estas cuestiones que nuestra Tierra no puede solucionar ella misma? ¿...o bajar bien estos mismos brazos diciéndose que definitivamente no hay nada a hacer, y esperar el próximo uno de enero? ¿Ocultarse la cabeza en la arena como el avestruz y hacer como si todo fuera bien?

           ¡Volvamos de nuevo en lo que habíamos iniciado: ¡nuestro cotidiano! Hay un terreno de paz en el que podemos siempre trabajar, es el de nuestro campo interior. Acojamos por adelantado con un humilde SÍ lo que este año nos reserva no para sufrir, sino para elegir esta existencia aún desconocida que se abre ante nosotros. Puede ser el mejor: el éxito de nuestras empresas y nuestros proyectos, la realización de deseos más secretos, una felicidad real que se nos ofrece. Pero puede ser también la contradicción, el fastidio o el sufrimiento delante tal acontecimiento, tal decisión que se nos impone sin que se pueda hacer algo. ¿Sabremos como Jesús, elegir la vida en toda circunstancia y no sufrirla?

Sí, todo esto está a nuestro alcance:

            Rezar con perseverancia para que nuestra mirada cambie sobre las personas y los acontecimientos, para que los veamos con la mirada incluso de Dios. En nuestro ambiente inmediato, en nuestras relaciones humanas más banales, dar un paso, por muy pequeño que sea, hacia más amor, apertura y comprensión durante este nuevo año.

            Nuestras comunidades, al igual que familias de la tierra, son lugares privilegiados de experimentación de un mejor mundo. Nuestro Papa Benedicto ha dicho en su mensaje de este día mundial de la Paz: “Familia humana, comunidad de paz”. “la familia es la primera e irreemplazable educadora de la paz... permite hacer experiencias determinantes de la paz”.

            Y por supuesto podemos hacer la transposición en el mareo de nuestra vida comunitaria y relacionarla. Un periodista me planteaba la cuestión el otro día en Beni Abbés. ¿Porqué os entestáis en permanecer a pesar de todo? Le respondí simplemente que nuestra pequeña Iglesia quería estar aquí, simplemente como un “laboratorio de fraternidad”. No sólo intentamos, sino que conseguimos vivir juntos esta fraternidad. Cuando fui el otro día a Adrar a hacerme registrar en la policía (era en el período del Aïd) los dos policías de oficio me abrazaron, a mí, al extranjero, diciéndome: ¡“Sea bienvenido!”

            “Veis que todo es no solamente posible, pero que todo llega! En el autobús que me traía a Ghardaia, un joven, sentado a mi izquierda sobre un taburete, comía un cuerno de cacahuetes. Espontáneamente, me tendió un puñado, solo porque mi mirada se había fijado en él. ¿Cómo responder a la espontaneidad de un tal gesto a su gratuidad? Compartí simplemente mi trozo de ­corteza de queso con mi joven vecino de la derecha. ¡Nuestra vida abunda en pequeños gestos que pueden cambiar la cara de nuestro mundo, reconstituyendo el tejido humano a partir de nuestras existencias personales y comunitarias! Busquemos. Dicen que a partir de los múltiples gestos de nuestra vida diaria, podemos contribuir a cambiar la cara de nuestro mundo. Este imposible se nos da, pero hace falta creer y contribuir con una atención continua que nos hará encontrar en el momento querido el gesto a colocar, la palabra a decir, la oración a decir.... Y así habremos aportado nuestra piedra a la construcción de un mundo mejor, más a la imagen del que nuestro Dios espera de los hombres y mujeres que el quiere incansablemente.

            Todo está dicho, puedo deciros a todos y a todas, y del fondo del corazón, simplemente: ¡Feliz año!

+ Claude Rault, vuestro hermano obispo,

Laqhouat-Ghardaia

horizontal rule

[4] 1 de enero de 2008

 

¿Quiénes somos?   -   Contacte con nosotros   -   Mapa del sitio   -    Aviso legal 

Logotipo de la Familia Carlos de Foucauld