EREMUS

            Desierto en la ciudad. Aparente contradicción. Supone vivir en la tensión de armonizar opuestos: silencio-bullicio; soledad-muchedumbre; amor por la naturaleza en pleno asfalto. “En el vivimos, nos movemos y existimos”. En Dios. No importa donde nos hallemos físicamente. La sociedad ha evolucionado de rural a urbana: Nuevos modos de relacionarse, mas democráticos, mas igualitarios. También la vida monástica ha de experimentar nuevas formas, para estos nuevos tiempos, dejando de lado tintes feudales, más propios de la Edad Media. Estabilidad no tanto en un lugar físico como en un estado interno, centrado en Dios. Profunda soledad en las calles. Cada cual a lo suyo, sin interacción, sin miradas. Carlos de Foucauld ya profetizó que el verdadero desierto en estos tiempos sería la ciudad. Tiempos diferentes, ni mejores ni peores. Mejores medios de comunicación. ¿Tendremos algo que decirnos? “Abbá, dime una palabra” le pedían a un padre del desierto. Sólo una palabra servía de alimento, si ésta se rumiaba, y se llevaba en el corazón. Es necesario que  existan pequeños oasis silenciosos, donde de forma más intensa se respire a Dios, en la oración, el silencio, el trabajo. Ese es el sentido de la vida monástica, y también de la vida eremítica en la ciudad. En ella se es uno/a más: se utilizan los mismos medios de trabajo, de transporte; el aspecto externo no es símbolo de un status religioso. Discreción, anonimato. Todo ello permite una mayor universalidad- el hermano/a universal, el “hacerse todo a todos” que ya indicaba san Pablo. Miércoles de ceniza. Gris la ceniza, gris el asfalto, lugar común de anonadamiento, “si el grano de trigo no muere...”

En soledad puse mi nido, como indicaba san Juan de la Cruz, en el gris del asfalto, olvidada de todos, una vecina anónima. He creado un espacio aparentemente vacio- esta ermita urbana- en el que vivo de Dios, en Dios, y por Él. Y en Dios encuentro al resto de mis hermanos.

 “Dios mío y todas las cosas”, caminando hacia ese momento final en que Dios lo será todo en todos. Comienza la cuaresma. Centrada en lo Único importante. Centrada en Dios, navegar de la oración al trabajo, de la soledad a la Soledad compartida.

            Nuevos espacios y formas, para estilos de vida ya presentes en el comienzo de la vida cristiana. Las mujeres ya hemos accedido a una habitación propia, hemos enfrentado nuestra propia soledad, y madurando en formas de oración y de vida vamos creando nuevos espacios en la Iglesia, nuevas redes, de orantes, de solitarias solidarias, en el caminar cotidiano del pueblo de Dios.

Ermitaña

 

 

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