A LOS QUE ESCOGIÓ LOS DESTINÓ A REPRODUCIR LA IMAGEN DE SU HIJO (ROM 8, 29)

 Aquilino Martínez, de la fraternidad sacerdotal de Valencia, entrevista a Juan Sanchís, sacerdote de su misma fraternidad y nos ofrece un hermoso testimonio de amor y entrega vivido con intensidad tanto en la vida activa en el ejercicio del ministerio sacerdotal como ahora en momentos de especial Nazaret.

P.- Juan, muchos hermanos de las familias de Carlos de Foucauld se interesan por ti. ¿Cómo te encuentras en este momento? ¿Cuál es tu situación pastoral?

R.- Hace ya cuatro años que apareció el cáncer en la mandíbula inferior. Me operaron en Valencia y sigo con los controles. Todas las atenciones que tienen conmigo las veo como un gesto del amor de Dios. La diócesis se hizo cargo de la Seguridad Social. Me dicen que me encuentro bien, pero tengo unas limitaciones y unas molestias, que si fuera más valiente, no les daría importancia.

Al volver de Chile, en el año dos mil, me asignaron una pequeña parroquia. Procuré atender lo mejor posible a la gente. Acostumbrado en Chile a un deseo de Dios (en la parroquia tenía unos doscientos grupos de gente), aquí me veía un poco fuera de lugar. Allí se trataba de una plenitud sacerdotal. Aquí el Señor me tenía preparada esta situación de cierta inutilidad. El arzobispo vino un día a casa y me dijo que me despreocupara de cualquier tarea pastoral. Ayudo un poquito en la delegación de misiones y mantengo el contacto con muchas personas.

P.- ¿En qué lugares has servido a la Iglesia? ¿De cuáles guardas un mejor recuerdo?

            R.- Comencé en una parroquia de Real de Gandía. Fue un primer amor. La gente se entregó, porque vieron que yo atendía y trataba muy bien a un sacerdote anciano que allí se encontraba. Eran los años cincuenta, y ciertamente, eran otros tiempos. Lo llevo muy adentro, y también, la gente, que se acuerdan mucho, a pesar de que hace ya cincuenta años que les dejé. Salvador Moreno Pamblanco[1] fue mi sucesor y yo tenía muy buena relación con él.

            Guardo muy buen recuerdo también de mi paso por Chile. Primero, en Chañaral (siete años). Después, como vicario del obispo (tres años). Luego, en Vallenar (trece años), donde se creó una obra a favor de los discapacitados, “mi pequeño hermano”. He intentado ayudarles desde aquí, consiguiendo recursos de diversos lugares y personas.

P.- Juan, el contexto de esta entrevista va a ser el amor de Dios en tu actual Nazaret. ¿Cómo resumirías tu experiencia del amor de Dios y del amor de la gente?

            R.- Tengo como tres claves para leer mi vida, a saber, el amor misericordioso de Dios; educado para una fidelidad, que no he podido finalizar o concluir, porque me siento muy débil en mi vida; mi debilidad en la que el Señor se hace presente en mi vida. Debilidad psíquica, moral y, también, debilidad física. El Señor me ha perseguido toda la vida, desde muy niño. La vocación sacerdotal se me imponía desde dentro. A mi familia no le interesaba que yo fuera sacerdote, pero mi padre respetó mi decisión. He padecido esta “persecución” de Dios. Desde la fe, uno le da sentido a todas las cosas de la vida. Hasta un accidente grave que tuve en Chile, me ha servido para centrarme más, y para descubrir el amor de la gente. Hasta ese accidente, creía que era indiferente para la gente; pero con el accidente, la gente se volcó conmigo. Al final, hasta el arzobispo de allí tenía “envidia” de cómo se volcaba la gente. También hoy la gente se interesa por mí y me preguntan cuándo voy a ir a verlos.

P.- ¿Cómo responderías tú a la pregunta triple que Jesús le hizo a Pedro: “¿me amas?”

            R.- Yo respondería con la última respuesta de Pedro: “Tú lo sabes todo Señor”. El Señor sabe la vida de uno. Tengo una poesía que dice “yo soy mis deseos”. Mi deseo es amar más al Señor y servir a la gente.

P.- El Papa, en su carta encíclica “Dios es Amor”, propone que el ser y el hacer de la Iglesia parta de la experiencia de Dios-Caridad. ¿Qué le falta y qué le sobra a la Iglesia para vivir desde esa clave?

R.- Lo que uno quisiera para la Iglesia es que visibilizara cada día mejor lo que pedimos en la Plegaria Eucarística V-b (“Jesús nuestro camino”): “Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana, inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado, ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido. Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”.

             Lo que pensamos que le sobra a la Iglesia es el mucho lastre que se le ha ido acumulando a lo largo de su historia. Para que una nave navegue ligera (no es que vea a la barca de Pedro en su límite), necesita soltar peso, aparejos no indispensables en su travesía. Sería larga la lista de cosas, títulos, actitudes que, a mi parecer, no cuadran  con el mejor espíritu del Evangelio. Tememos perder prestigio, si acentuamos demasiado “el volver a las fuentes”.

            De todas formas a la Iglesia, como a la madre, se le ama tanto a sus treinta como a sus ochenta años. Todos contribuimos a sus arrugas. Si fuera más “evangélica”, tal vez no cabríamos en su seno.

P.- ¿Cómo ves hoy a nuestra fraternidad sacerdotal? ¿Somos signo sacramento de Dios-Amor?

R.- Pienso que cada uno de sus miembros son personas maravillosas, presbíteros y laicos entregados y generosos. Pero ¿somos signo-sacramento de Dios-Amor? No lo sé. Ni siquiera sé cómo tendríamos que ser y actuar para lograrlo. El hecho es que nos mantenemos en esa utopía (¡ya es mucho!), pero en una rutina sin aportar aire fresco al presbiterio, a la Iglesia (tal vez nadie lo quiere, ni añora).

P.- ¿Cuál es tu petición más frecuente e insistente hoy?

R.- Pedir por los demás: por la Iglesia, por los sacerdotes, por los misioneros, por los que sufren y marginados, por mi familia, por las comunidades a las que he servido en mi ministerio.

            Al rezar la Oración del Abandono, fundamentalmente una oración de Jesús, me asocio a Él para rezarla. Da miedo rezarla solo.

P.- ¿Cómo vives tu experiencia de Dios-Amor en la Eucaristía?

R.- Mis deseos son entrar en sintonía con la dinámica de Jesús, de ofrenda al Padre y a los hombres y mujeres de hoy.

horizontal rule

[1]  Miembro de la Fraternidad Sacerdotal de Valencia. El encuentro con el Padre le llegó a Salvador sirviendo a la Iglesia en la Parroquia de San Antonio de Padua de Valencia. Ésta es una comunidad del centro de la capital de la que siempre nos decía que “había mucha gente mayor”. La misa exequial, celebrada en su parroquia, estuvo presidida por el Mons. Salús, obispo auxiliar de Valencia, amigo personal del fallecido, y por el obispo de Tortosa, Mons. Salinas, antiguo coadjutor suyo. Se proclamó el evangelio de los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35). Pronunció la homilía el presidente de la celebración que habló en todo momento desde el afecto y la amistad que le unían a nuestro hermano resumiendo en estas palabras su vida:  “Salvador era un buen sacerdote. Toda su vida estuvo entregada a hablar de Dios a los hombres y a hablar a Dios de los hombres. ¡Demos gracias a Dios porque ha muerto sacerdote, entregado a los suyos!”.

 

 

¿Quiénes somos?   -   Contacte con nosotros   -   Mapa del sitio   -    Aviso legal 

Logotipo de la Familia Carlos de Foucauld