Louis Massignon

 

Carlos de Foucauld y Luis Massignon son dos personas de corazón ardiente. Poseen un mismo temperamento, que no cede ante nada, que quiere avanzar siempre. Apasionado, preciso, austero, perspicaz.

Ambos tuvieron una vida tumultuosa, mundana, fiestas, amantes. Son hijos del modernismo. Quieren probar todo, ganar todo, aprovechar todo en su camino. En su juventud, ambos se dejaron arrastrar por la embriaguez de la vida.

Marruecos ejerció una fascinación sobre los dos. Son verdaderos científicos marcados por el siglo en el que vivían, obsesionados por ir hasta el extremo, formados por los más refinados métodos de la ciencia experimental. Seguirán siendo científicos a lo largo de toda su vida, sus obras así lo atestiguan. Además son lingüistas. Al inicio del siglo 20, cuando se incrementaron las relaciones entre los pueblos, se acercan al idioma científicamente. Les conduce la pasión por “el otro” por él que es “distinto”.

Son dos conversos, de Foucauld en 1886 a los 28 años. Luis Massignon en 1908 a los 25 años. Ambos poseen una fe ferviente. Pero su fe no siempre conoce resplandor, sino también desierto, aridez, noche.

Conocieron el Islam cuando aún no creían y esto les marcó el resto de su vida. El Islam los sedujo y les ayudó a convertirse a la fe. Ambos eran hombres del desierto. Querían andar por caminos inexplorados. Abandonaron el vacío de su existencia y del placer para adentrarse en lugares vacíos y puros. Allí vislumbraron la promesa de una existencia distinta, llena y esencial.

La confrontación con estos lugares los enfrenta con el totalmente Otro, con una inconquistable soberanía, el Otro, totalmente diferente. El Dios que te sale al encuentro, como a Jacob junto al Yaboc. Encontrándose de tal manera con El Otro, de Foucauld y Massignon, a pesar de su férrea voluntad, se inclinaron,.

Dando la absoluta primacía a los demás. Se convirtieron al totalmente Otro, en la persona de Jesús y de todos los que a Él se parecen. Su corazón se desvanecía ante la pobreza de Cristo y de cada persona pobre. Desde el momento de su conversión ambos querían vivir pobre, en comunión con los pobres, los últimos, todos los desamparados y los hambrientos. Su temperamento y su educación les llevan a ir a lo esencial. Lo encuentran en este Jesús que se hizo persona, que vivió la vida humana.

La última carta que escribió Carlos de Foucauld a Luis Massignon data del 1º de diciembre de 1916, el día que lo asesinaron.

En aquel momento se encontraba en el frente de la 1ª guerra mundial. Su esposa le envió una carta con la noticia del asesinato de de Foucauld. Al enterarse le invadió la extraña sensación de que de Foucauld había llegado a su destino!

Carlos le había escrito anteriormente: “Nunca hay que dudar en pedir los puestos donde el peligro, el sacrificio y la abnegación sean mayores. Dejemos el honor a quien lo desea, pero para nosotros mismos exijamos el peligro y la carga más pesada”.

El hermano Carlos le superó 25 años en edad. El padre de Louis era escultor y miembro de la liga de los derechos del hombre. Le enseñó a apreciar la belleza, le transmitió el arte de observar y descubrir. A los 16 años le llevó a conocer a Italia. Al finalizar las humanidades le mandó totalmente sólo a Alemania.  Fe no poseía, pero tenía un amigo muy creyente, un pintor al que admiraba mucho.

Sólo en 1906 conoció a de Foucauld, muy pronto lo fue considerando como su hermano mayor. Y luego como su hermano mayor en la fe.

También Massignon vivió un tanto alegre y frívolo… en cierto momento se enredó tanto que cayó preso. Esposado se sentía muy deprimido, tanto que un momento dado quería acabar con su vida y empezó a cortarse las venas con un cuchillo. En aquel preciso momento sintió que un fuego recorría todo su cuerpo, una presencia sanadora,  un momento de conversión muy intenso que, luego cuando confesó sus pecados se intensificó. Se sintió como renacido. Su corazón se conmovía por el Cristo pobre en cada pobre. Esto le impulsó a vivir, al igual que Cristo, por los más desolados, los más abandonados.

Sólo se encontró un par de veces con Carlos de Foucauld. Una de estas oportunidades tuvo particular importancia para el: en febrero de 1909 pasaron juntos una noche de adoración ante el santísimo sacramento, en Montmartre en París. Llegaron al acuerdo de rezar a diario el Ángelus el uno por el otro, lo cual hizo fielmente hasta su muerte.

Foucauld le hablaba con mucho entusiasmo de una asociación que quería fundar. En el momento de su deceso esta contaba con 48 miembros. Había escrito para ellos  “directorio” que a lo largo de su vida fue reelaborando. Su muerte puso en  peligro la subsistencia de la asociación.

Massignon era miembro de dicha asociación. Tomó la iniciativa de contactar a René Bazin. Por insistencia suya escribió la primera biografía de Carlos de Foucauld. El libro esboza un fiel retrato espiritual de Carlos de Foucauld e interpreta la esencia de su mensaje.

 

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