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Páginas para la Oración

Presentamos el trabajo realizado por grupos de unas 12 personas.  Cada grupo reflexionó sobre uno de los temas, coincidentes con las “claves de identidad” de la Familia del Hermano Carlos. Se trataba de reflexionar sobre estos textos del Hermano Carlos, siguiendo más o menos las pautas que se ofrecen al final de cada uno de los temas. 

 Preguntas para la reflexión y la oración

¿Qué textos del Evangelio nos recuerdan estos escritos?

¿A qué situaciones de hoy  nos remiten?

 ¿Qué me dicen a mí concretamente?

 

[III] 

Evangelio  y  Eucaristía

 

Toda nuestra vida, por silenciosa que sea, la vida de Nazaret o  la vida del desierto lo mismo que la vida pública, debe ser una predicación del Evangelio por el ejemplo: toda nuestra existencia, todo nuestro ser, debe gritar el Evangelio sobre los tejados; toda nuestra persona debe respirar a Jesús, todos nuestros actos, toda nuestra vida, deben gritar que nosotros somos de Jesús, deben presentar la imagen de la vida evangélica, todo nuestro ser debe ser una predicación viva, un reflejo de Jesús, un perfume de Jesús, algo que pregona a Jesús, que hace ver a Jesús, que brilla como una imagen de Jesús.

Recibamos el Evangelio. Seremos juzgados por el Evangelio, según el Evangelio… no según ese o aquel  libro de  no sé qué autor espiritual, de no sé qué doctor, de no sé qué santo, sino según el Evangelio de Jesús, según las palabras de Jesús, los ejemplos de Jesús, los consejos de Jesús, las enseñanzas de Jesús…

Tenemos que intentar impregnarnos del espíritu de Jesús leyendo y releyendo, meditando y volviendo a meditar sin cesar su palabra y sus ejemplos: que produzcan en nuestra alma el mismo efecto de la gota de agua que cae una y otra vez sobre una losa, siempre en el mismo sitio. [A Luis Massignon, 1914].

Vos estáis ahí, mi Señor Jesús, en la Sagrada Eucaristía! Vos estáis ahí, a un metro de mí, en el Sagrario! ¿Vuestro cuerpo, vuestra alma, vuestra humanidad, todo vuestro ser está ahí con su doble naturaleza! ¡Qué cerca estáis, Dios mío! [Retiro de Nazaret, 1897]

Dios mío, dígnate darme ese sentimiento de tu presencia, de tu presencia en mí y en torno a mí…, y al mismo tiempo, ese amor temeroso que se siente en presencia de aquel a quien se ama apasionadamente, y que nos hace quedarnos ante la persona amada sin poder apartar los ojos de ella con un gran deseo y voluntad de hacer cuanto le agrada todo lo que es bueno para ella, con un gran temor de hacer, decir o pensar cualquier cosa que  le disguste o que le haga daño. [Retiro de Nazaret, noviembre 1897]

Propósitos (al final de un retiro). Permanecer a los pies del Santísimo Sacramento cada vez que la voluntad de Dios , es decir, un deber seguro, no me obliga a alejarme de allí… En la duda, estar a los pies del Santísimo… como se pasa junto al ser amado todos los momentos que es posible, sin excepción. No dejar nunca de recibir la Sagrada Comunión, bajo ningún pretexto, siempre que sea materialmente posible recibirla. [1898]

Cuando uno ama, quiere hablar todo el tiempo con el ser que ama, o al menos mirarlo. Eso es la oración: no es otra cosa que el intercambio familiar con nuestro muy Amado: Se lo mira, se le dice que se le ama, nos alegramos a sus pies u le decimos que allí queremos vivir y morir. [Carta]

Delante del Santísimo no puedo hacer oración durante mucho tiempo. Mi estado es extraño: todo me parece vacío, hueco, nulo, sin medida, excepto estar a los pies de Nuestro Señor y mirarle… y cuando estoy a sus pies, estoy seco, árido, sin una palabra ni un pensamiento y a menudo, por desgracia, acabo durmiéndome. [Carta al P. Huvelin, 1898]

Sigo sólo en Beni-Abbès. Creo más que nunca que este punto de Beni-Abbès se presta para una comunidad de solitarios pobres, que vivan en la adoración del santísimo sacramento y el trabajo manual.  [1903]

La pregunta que usted me hace - ¿será mejor quedarme en el Hoggar sin poder celebrar la santa misa, o celebrarla pero no ir? – me la he hecho a menudo a mi mismo. Siendo el solo sacerdote que puede ir al Hoggar, mientras muchos pueden celebrar ekl santo sacrificio, creo que vale más, a pesar de todo, ir al Hoggar y dejar a Nuestro Señor el cuidado de procurarme el medio de celebrar, si Él quiere (cosa que ha hecho siempre hasta ahora por los medios más diversos). Antes estaba inclinado a sacrificarlo siempre todo a la celebración de la santa misa; pero este razonamiento debe fallar por algún lado ya que, desde el tiempo de los apóstoles, los mayores santos sacrificaron en ciertas circunstancias la posibilidad de celebrar en vista de trabajos de caridad espiritual… Vivir sólo en este lugar es bueno; se da fruto, aún sin hacer gran cosa, porque uno se vuelve del país; se puede ser muy abordable y “muy pequeño”. [Carta a Mr. Guérin, 1907]

 

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