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Páginas para la Oración

Presentamos el trabajo realizado por grupos de unas 12 personas.  Cada grupo reflexionó sobre uno de los temas, coincidentes con las “claves de identidad” de la Familia del Hermano Carlos. Se trataba de reflexionar sobre estos textos del Hermano Carlos, siguiendo más o menos las pautas que se ofrecen al final de cada uno de los temas. 

 Preguntas para la reflexión y la oración

¿Qué textos del Evangelio nos recuerdan estos escritos?

¿A qué situaciones de hoy  nos remiten?

 ¿Qué me dicen a mí concretamente?

 

[I]

Amor apasionado por Dios

 

¿Por qué entré en la Trapa? Por amor, por puro amor… Amo a nuestro Señor Jesucristo, aunque con un corazón que querría amar más y mejor, pero en fin, le amo, y no puedo soportar llevar una vida distinta a la suya, una vida tranquila y honorable cuando la suya fue la más dura y la más despreciada que haya existido… no quiero recorrer la vida en primera clase mientras que Aquél a quien amo la ha recorrido en la última. [Carta a Henry Duveyrier, 1890]

¿Qué son el Magnificat y el Benedictus sino maravillosas alabanzas?... La admiración forma parte fundamental de todo amor verdadero: es su fundamento, su causa; el motivo del verdadero amor es el bien, la perfección que hay en el ser amado; ese bien, esa perfección suscitan la admiración; tras la admiración y como algo apenas distinto de ella, viene el amor. [Meditaciones sobre el Antiguo Testamento. Salmo 46. Roma, 1896]

La encarnación tiene su fuente en la bondad de Dios, pero la cosa que aparece en primer lugar, tan maravillosa, tan resplandeciente, tan asombrosa que brilla como un signo deslumbrante, es la humildad infinita que contiene ese misterio… Dios, el ser infinito, el perfecto, el Creador todopoderoso, inmenso, que se une a un alma y un cuerpo humanos y aparece en la tierra como un hombre, y como el último de los hombres… [1897]

¡Qué gracias interiores! Esa necesidad de soledad, de recogimiento, de lecturas piadosas, esa necesidad de ir a vuestras iglesias, yo que no creía en Vos, esa turbación del alma, esa angustia, esa búsqueda de la verdad, esa oración: “Dios mío, si existís, dádmelo a conocer”. Todo esto, Dios mío, era obra vuestra, obra únicamente vuestra. Me concedisteis la gracia de que yo me dijese: “Estudiemos la religión; tomemos un profesor de religión católica, un sacerdote instruido, y veamos de qué se trata y si hay que creer lo que dice. La otra gracia incomparable fue la de encaminarme, para recibir estas clases de religión, al padre Huvelin…Haciéndome entrar en su confesionario, uno de los últimos días de octubre, entre el 27 y el 30 creo yo, me disteis todos los bienes, Dios mío. Yo pedía clases de religión: él me hizo ponerme de rodillas y confesarme, y me envió a comulgar acto seguido. [1897]

            3 y media de la mañana. Santísima Virgen, San José, ponedme en este día, en estos días que vienen, en todos los días de mi vida, con vosotros, como vosotros, a los pies de Nuestro Señor… Haced que le adore, le contemple, le ame, le obedezca siempre… Haced que como vosotros no le vea sino a Él y le vea siempre. Tenerlo sin cesar como vosotros a mi lado para que no me perturben las tentaciones, para que le vea, lo considere, lo contemple siempre, y que no vea nada de las cosas que no son Él, que me sean todas como una noche profunda, y que Él ilumine mi alma con su luz celestial, sin ocaso y sin eclipse… Que mientras rezo, leo, trabajo, hablo, duermo, como… en casa o por el camino, noche y día, esté como vosotros con Él, perdido en Él, sumergido, abismado en Él, que viva en Él, por Él, para Él, sumergido con vosotros sin medida en su amor, su obediencia, su imitación, que sea su queridísimo, tierno, fiel hermano pequeño, que consuele su corazón lo más que pueda todos los momentos de mi vida. [4 de julio de 1898]

Cuando uno ama, no mira más que al ser amado, tiene el espíritu ocupado en él; desea por encima de todo el bien de aquél a quien ama, este deseo llena el corazón, lo ocupa enteramente; todas las potencias del alma, todas las fuerzas del cuerpo están dirigidas hacia una única meta: buscar en la mayor medida posible el bien del amado. No tener mirada sino para el que ama, hacerlo todo en vistas del que ama, es una ley inviolable del amor: así, hagámoslo todo en vista de Dios sólo, todo, todo, todo, pensamientos, palabras, acciones, para amarlo perfectamente. [1898]

Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa que vivir solo para Él: mi vocación religiosa data del mismo momento que mi fe: ¡Dios es tan grande…! ¡Hay tanta diferencia entre Dios y todo lo que no es Él! [Carta a Henry de Castries 1901]

 

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