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COMUNICACIÓN EN EL CONGRESO DE TEOLOGÍA LAICAL

(Salamanca, 12-13 de mayo de 2011)

NAZARET:

PRESENCIA SILENCIOSA PERO FECUNDA

Los grupos de laicos de la Familia espiritual de Carlos de Foucauld, concretamos nuestra espiritualidad a partir de la intuición del hermano Carlos: En todo como Jesús en Nazaret.” ( Cuadernos de Tamanrasset Nº 46) Estamos convencidos que es una espiritualidad que da respuesta a muchos desafíos que nos plantea la sociedad actual.    

La espiritualidad de Nazaret arranca de la constatación que Jesús vivió muchos años en ese pequeño pueblo de Galilea, en familia, junto a José y María. Ahí Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres” (Lc. 2,52). En lo cotidiano de ese pueblo sencillo, Jesús fue forjando y madurando su mirada propia y su estilo peculiar de relacionarse con las personas y con Dios. Ahí descubre la mirada amorosa que su Padre tiene hacia la humanidad. La espiritualidad de Nazaret empieza con la contemplación de este misterio, en el compartir diario de las vivencias de la gente sencilla, con sus luces y sombras, sus alegrías y sufrimientos.

Nazaret, el pueblo donde Jesús tiene sus raíces, es también un lugar del que se espera poco: “¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?” (Jn. 1,46). Esto nos invita a no encerrarnos en ambientes considerados como religiosamente correctos. Dios puede sorprendernos y acercarse a nosotros donde menos lo esperamos.

La espiritualidad de Nazaret nos invita a descubrir la presencia de Dios en lo cotidiano. Es una manera de contemplar a Dios en la realidad actual y en la gente sencilla, en sus luchas y anhelos. Es intentar ver a los demás con los mismos ojos misericordiosos y benévolos que Jesús tuvo hacia los más necesitados.

Para nosotros, hombres y mujeres, que vivimos hoy un tiempo de transición y de cambio, en el que participamos de los gozos y las sombras de lo que nace y de lo que muere…, Nazaret es una oportunidad para vivir nuestra fe de un modo sereno y profundo, que permite situarnos sin muchos problemas en un mundo secularizado, multicultural y plurireligioso. Es una presencia más bien silenciosa, una manera de “estar” con poca visibilidad, sin mucha ostentación. No es nada agresiva con el que es diferente y que profesa creencias distintas. Al contrario, uno de sus valores más importantes es el respeto mutuo que es posible porque es capaz de descubrir, contemplar y alegrarse de la acción de Dios en el que es distinto.

A corto plazo puede parecer poco eficaz. Pasa de los criterios de rentabilidad. Pero cala hondo y a largo plazo instaura cambios profundos en las relaciones entre las personas y con Dios. Es una espiritualidad que pretende ser ante todo fermento y semilla del Reino de Dios, que, aunque a penas visibles, están presentes y pueden provocar transformaciones profundas.

 

Algunas características de la espiritualidad de Nazaret.-  

- Nazaret es un modo de ser y de estar entre las personas y con las personas, sin hacer nada espectacular, viviendo con los demás y como los demás, participando como uno más en sus luchas de cada día. Es una vida sencilla de trabajo, encarnada en una realidad concreta, y vivida día a día entre los más pobres y humildes de nuestros entornos cotidianos o donde la realidad nos situa.

- Nazaret significa el amor que traspasa todas las reglas y nos hace disponibles a todos los hombres y mujeres de nuestro entorno, priorizando al mismo tiempo, a los más desheredados, marginados, excluidos, de modo que ocupan un lugar privilegiado en nuestro corazón. Tratamos de ir a, y sobre todo, “estar con” los menos amados, los más pequeños, los que siempre estorban, sabiendo que somos hermanos si caminamos juntos, compartiendo nuestras luces, pero igualmente aprendiendo de ellos.

-Nazaret es aceptar ser hombre/mujer con una familia, una cultura, unas relaciones. Es ser compañero, amigo, hermano, que camina con los demás, que escucha y respeta al otro, dando, recibiendo, buscando y aprendiendo juntos.

-Nazaret es la gracia de entender que la vida cotidiana, la nuestra y la de los demás, nos es común. Es descubrir que la fidelidad a lo cotidiano es la fidelidad a Dios, reconociendo, como dice Carlos de Foucauld, “que se hace el bien, no en la medida de lo que se dice o se hace, sino en la medida de lo que se es; en la medida del amor que acompaña nuestros actos.” (Reglamento y Directorio 645-646)  

- Nazaret nos enseña y nos ayuda a leer los signos del Reino en nuestro mundo, la Buena Noticia que todo acontecimiento o experiencia, propia y ajena, nos puede aportar. Es vivir el cada día como don, como la oportunidad que Dios nos ofrece, en su afán incondicional de que seamos felices y crezcamos como personas, en el camino hacia la plenitud.

- Nazaret es el tiempo de la paciencia. Saber que Dios trabaja siempre. Querer trabajar con El, buscar lo que Dios quiere, hacer proyectos o renunciar a ellos, en pos de buscar siempre el proyecto de Dios.

- Nazaret es el lugar de nuestra contemplación, y, en ese compartir concreto de una vida escondida, humilde, sencilla, podremos ser configurados con Jesús de Nazaret pobre y servidor.  “En Nazaret, alojado en una cabaña de madera… abracé la existencia humilde y oscura de Dios, obrero de Nazaret.” (Oeuvres  spirituelle. Anthologie, Éditions du Seuil, 1958,663-665)

- Nazaret es también tiempo de soledad, en el cual vamos descubrir que Dios nos quiere solitarios para hacernos solidarios. Es tiempo de  oración, de  contemplación y de silencio, donde nuestra mirada y nuestras actitudes van conformándose con la mirada y con las actitudes de Jesús y vamos aprendiendo a ser hijos para ser hermanos. Igualmente descubrimos como Dios ama el mundo y trabaja en él.

Este es el camino del misterio de Nazaret, que dinamiza y armoniza todo nuestro vivir, siguiendo las intuiciones del  Hermano Carlos de Foucauld. Es un camino siempre nuevo y como todo lo nuevo no está exento de sufrimientos, oscuridades, pero también de muchas esperanzas que fortalecen el día a día.

“Toma por objetivo la vida de Nazaret, en todo y por todo, en su sencillez y en su amplitud de miras….En una palabra: haz en todo como Jesús en Nazaret.” ( Cuadernos de Tamanrasset Nº 46).

 

 Actitudes más relevantes en esta espiritualidad.-

a) Vida sencilla.

A través de la espiritualidad de Nazaret el Señor nos llama a una vida muy sencilla, compartiendo las condiciones de vida de mucha gente humilde. Valorar las cosas pequeñas de cada día, de lo ordinario, que vividas en el amor, toman valor de infinito, de eternidad. Nos inspira la vida humilde de Jesús carpintero, que da sentido pleno a nuestro trabajar. Es toda una aventura, es sentirnos creaturas de un Dios amoroso, que nos susurra al oído: “Eres mi hijo querido, ¡tú vales para mí! El amor de la madre, la sonrisa del niño, el trabajo, el cariño, la fiesta, la amistad, el abrazo fraterno, la mesa compartida, todo lo que es tu vida es precioso para mí.” 

Nos implica también activamente, desde una conversión profunda que intentamos cada día y  a través  de la interiorización de este misterio de Nazaret, en la transformación de esta sociedad, compartiendo los anhelos y luchas de tantas personas de buena voluntad, que se esfuerzan por conseguir un mundo más digno para todos y donde, superadas las divisiones y las diferencias,  nos reconozcamos como hermanos y hermanas, libres de esclavitudes e injusticias.

b) Vida de amistad.

Dice René Voillaume, promotor y fundador de varios grupos de nuestra espiritualidad,  que cada día el apostolado será más amistad que obras: “manifestar a alguien una amistad enteramente desinteresada, amándole por sí mismo, sin intentar convencerle o traerle a la fe, aunque, desde luego, sin ocultarle nuestra fe, puede ser a menudo la única manera de revelarle la plenitud del amor que reside en Dios” (Lettres aux Fraternités I, Cerf, Paris 1960, 337).

Tomar iniciativas de amistad ante tanto aislamiento que vive hoy mucha gente, acercarnos a otro con cariño, no sólo estar disponibles, sino a veces renunciar a exponer nuestras ideas, a favor del amor (pues éste exige ir más allá de las ideas, lo cual no es fácil), incluso estar dispuestos a dar la vida -  “No  hay mayor amor que dar la vida por los amigos” ( Jn. 15,13) - este fue el gran descubrimiento del Hº Carlos con los habitantes del desierto sahariano.

Hay muchos medios de acceso a Dios, pero el de la amistad desinteresada, probada por el testimonio de vida, es el medio privilegiado de nuestra evangelización. El acceso a Dios a través de la amistad es distinto de la caridad. La amistad requiere reciprocidad: dar y recibir, amar y dejarse amar. En la auténtica amistad no puede haber ni dominio ni dependencia, como la imagen original y perfecta de la esencia de Dios, que tenemos en la Trinidad. Es lo que dice Jesús: “Que todos sean una sola cosa; como tú, Padre, estás en mí y yo en ti” (Jn 17, 21). Así, toda amistad auténtica, presidida por el afecto, pero preservada de la dominación y de la dependencia, es una experiencia espiritual donde Dios se hace presente, ya que es Él quien posibilita la proximidad de dos seres humanos sin que peligre la autonomía de cada uno. En este sentido, la amistad  sostiene la vivencia espiritual.

c/ Vida de bondad.

El Hº Carlos aconseja a su amigo Louis Massignon:  “Harás amistad con la población, no les hablarás del dogma, pero te dejarás querer por ellos y serás el amigo de todos.” ( Carta a Luis Massignon 1 mayo 1912).

Para él la espiritualidad de Nazaret consiste esencialmente en la amistad mediante la bondad. “Es amando como aprendemos a amar a Dios.”  Y afirma:  “Se muy bien a lo que Dios llama a todos los cristianos, hombres y mujeres, sacerdotes o laicos, célibes o casados: a ser apóstoles por el ejemplo, por la bondad, por un contacto bienhechor, por un afecto que llama al retorno y que conduce a Dios, apóstoles ya como Pablo, ya como Priscila y Aquila, pero siempre apóstoles.” ( Carta a Luis Massignon 1 mayo 1912)

Jacques Maritain, filósofo francés muy interesado en la espiritualidad de Carlos de Foucauld constata: “un acto de verdadera bondad, el menor acto de verdadera bondad es, a decir verdad, la mejor prueba de la existencia de Dios. Pero nuestra inteligencia está demasiado agobiada por nociones etiquetadas para poderlo ver. Entonces lo creemos por el testimonio de aquellos en quienes la verdadera bondad irradia de manera que nos maravilla.”(Cf. J. MARITAIN, Approches a Dieu, París 1953).

d) Vida de presencia.

Una presencia más bien callada, silenciosa, aparentemente inoperante, pero que es Sacramento de la presencia y del amor de Dios Padre. Una vida que se centra más en el “estar”, el “compartir”, que en el “hacer”. Una presencia, que, con los ojos de la fe, mira contemplativamente a las personas, los hechos y acontecimientos, más allá de las apariencias, descubriendo en la realidad cotidiana el misterio de la presencia de un Dios que redime y salva.

Para Carlos de Foucauld, los hermanos y hermanas deben ser:  

“una predicación viva: cada uno de ellos tiene que ser un modelo de vida evangélica. Viéndolos, se debe ver en que consiste la vida cristiana, qué es la religión cristiana, lo que es el Evangelio, quien es Jesús…..deben ser un evangelio vivo. Las personas alejadas de Jesús,  deben, sin libros ni palabras, conocer el Evangelio por su manera de vivir.” (Meditación sobre el Evangelio 31. Nazaret, 1898)

Como vemos aquí, Carlos de Foucauld nos pone el listos muy alto, pero es lo que intentamos vivir cada día y así, nuestra vida de sencillez, de amistad y de bondad, si tienen esta presencia, es una vida de esperanza redentora.

e) Vida eucarística

Vivimos esta presencia a través de una vida eucarística, una vida entregada, del pan compartido en lo cotidiano. Por eso la eucaristía está en el corazón de nuestra oración y de nuestra vida. La celebración eucarística es un verdadero encuentro con el Señor, hecho amigo, maestro, salvador. Un Dios que es pura entrega de amor, hasta dejarse comer, partir y repartir para todos, sin excepción. Nos permite unirnos a la pascua de Cristo y transformar en acción de gracias todo lo vivido en nuestras jornadas de trabajo, de lucha, de sufrimiento, de oración y de amor. Nos invita a la solidaridad con los demás, porque Cristo dio su vida por aquellos de quienes se hizo hermano.

f) Vida de abandono confiado en las manos amorosas de Dios Padre.

Es la actitud permanente de Jesús ante su Padre y que el Evangelio recoge en (Lc. 23, 46): “Padre mío, entrego mi espíritu en vuestras manos”. O aquella otra: “Padre,…no se haga mi voluntad sino la tuya”. (Lc. 22, 42).

Carlos de Foucauld, en su afán de imitar más y más a Jesús, también quiere hacer suya esta actitud de confianza y abandono en las manos de Dios Padre: “Es la última oración de nuestro Maestro…. Que sea la nuestra….y que sea no solamente la de nuestro último instante, sino la de todos nuestros instantes”. ( Meditaciones sobre los Evangelios en Akbés, 1896) 

Solamente el Espíritu Santo nos inspira y capacita a decir desde lo más profundo de nuestro ser: “Padre mío, me abandono a ti, haz de mi lo que quieras… Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que Tu voluntad se haga en mí y en todas Tus criaturas…”

Abandonarse en las manos del Padre es una experiencia que solo puede vivirse, cuando nos sentimos amados por el Padre bueno, tierno, misericordioso… Cuando se descubre que Dios es amor y nos sentimos amados por Él, la consecuencia lógica es abandonarnos en Sus manos, confiar en Él. El abandono es entonces,  consecuencia del amor de Dios que se manifiesta en la llamada que Él nos hace a seguirle y en la respuesta débil, frágil y limitada que nosotros damos.

Es un camino de abandono hecho en silencio, sin grandes pretensiones, a través de la cotidianidad de la vida entregada día a día en las múltiples ocasiones y trabajos que Dios nos presenta, a través de una llamada que sorprende, de un pequeño servicio prestado, de una sonrisa, de un gesto de ternura, de una renuncia…. 

Es en la vida cotidiana donde los miembros de la Familia espiritual de Carlos de Foucauld viven su entrega a Dios en libre opción de trabajo, compromiso y forma de vida, acompañados, eso sí,  en su discernimiento y en todo su vivir, por su Fraternidad de Base.

  

 Familia espiritual de Carlos de Foucauld.-

Somos varios grupos de religiosos, religiosas, sacerdotes, laicos y laicas que, ayudados  por las intuiciones del Hº Carlos de Foucauld, seguimos a Jesús en Su Misterio de Nazaret. Todos intentamos vivir esta espiritualidad, desde el lugar y condición donde nos encontramos. Formamos la Asociación Familia Carlos de Foucauld, en la que nos ayudamos mutuamente a ser fieles a nuestro carisma común. En dicha  Asociación, todos los  grupos  nos situamos de igual a igual unos con otros, pues la espiritualidad de Nazaret es una espiritualidad que se puede vivir, plenamente, desde cualquier estado o condición.

Nosotros, los laicos, contamos con unos medios sencillos de organización que responden al carisma Foucauld y a nuestra condición laica, dentro de la Iglesia.

Por lo general, nos agrupamos en Fraternidades Locales e Internacionales, donde la corresponsabilidad, la revisión de vida y la fraternidad de base son nuestra ayuda esencial para la maduración  en nuestro camino personal de fe, y para el discernimiento del paso de Dios por nuestra vida concreta  y por los acontecimientos de cada día, vistos desde la fe, desde el Evangelio y desde la constatación con  los hermanos.

 

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