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"¡SÁLVAME, OH DIOS, QUE ESTOY CON EL AGUA AL CUELLO!"

SALMO 69

El evangelio nos invita a través de las parábolas a tener una mirada nueva sobre el Reino de los Cielos, la misma mirada tan sencilla y profunda de Jesús. El ve como la semilla de la buena Noticia, la Palabra de Dios sembrada con generosidad, cae en la tierra pedregosa de Palestina como en nuestro mundo de hoy.

Viernes por la mañana, se acerca el tiempo de celebrar la Pascua de Resurrección. En este día, estoy solo en la fraternidad de Béni Abbès. Saliendo para ir a visitar a un vecino enfermo desde hace unos días, me encuentro cara a cara con un grupo de jóvenes, chavales y chicas argelinos (20-25 años).

"Assalam aleikum" - (buenos días) - sigue la conversación entre nosotros en árabe. Es un grupo de estudiantes de la universidad de Bechar que pasan el fin de semana en Béni Abbès.

Dos autobuses llenos han llegado ayer por la tarde y sorpresa, unos quince pequeños grupos de ellos pasarán en estos dos días a visitar la ermita del hermano Carlos y su capilla.

Desde los años 90 en la visita del Sur y de Béni Abbès, la visita a la ermita es parada imprescindible del viaje. En estos años negros, la situación en el país es muy inestable y la inseguridad general lleva la amenaza continúa de atentados de diversos grupos armados que nadie parece controlar. Es como un remolino de viento que arranca todo lo que coge en su trayecto.

En la actualidad no hay familia que no cuente entre sus familiares algún muerto, desaparecido o encarcelado sin tener noticias de ellos. El miedo y la inseguridad se apoderan de todos, dejando a la gente en el sufrimiento y en la duda ante el presente y el futuro.

Entramos en la penumbra fresca y acogedora de la capilla. La luz que se filtra entre los pilares, hace resaltar el retablo (dibujado por el Hermano Carlos) presidido por la figura de Jesús (de tamaño natural), un Cristo glorioso y al tiempo con las llagas de su Pasión. Al pie del altar sobre un atril pequeño se encuentra un ejemplar abierto de los evangelios en árabe.

El pequeño grupo admirado por el ambiente del lugar se ha parado en el centro de la capilla, mirando a la vez el retablo y este libro estratégicamente colocado, escrito en árabe. Se nota un aire de sorpresa flotando como las motas finas de polvo en el rayo de la luz diáfana.

¡Bajo este cielo luciente de estrellas, y en este mismo sitio, cuantas noches en la oscuridad, pasaría el hermano Carlos a los pies de su Bien Amado, rezando, escuchando esta Palabra silenciosa, haciendo brotar desde lo hondo de su corazón una fuente inefable de experiencias!

Unos diez años antes Carlos de Foucauld alistado como teniente del ejército francés para sofocar la rebelión de las tribus unidas alrededor de Bouamama, ve como sus compañeros de arma musulmanes rezan a Dios cinco veces al día frente a la inmensidad y a la soledad del desierto, y nota una nueva inquietud profunda, al despertar en él, una sed que no sentía desde muchos años atrás. Esta sed que en su juventud, había intentado olvidar y sofocar en vano, organizando y celebrando fiestas refinadas y lujuriantes, lo interpela de nuevo en el más profundo de su ser y de su corazón.

En él brotaba de nuevo la necesidad de encontrar a Jesús como Hermano y como Palabra de Dios y vivir esta experiencia a diario en la meditación y la oración, esta Buena Noticia brotaba en su interior como una fuente de agua viva, cambiando radicalmente su vida hasta llevarlo a este lugar alejado del Sahara, para compartir con todos esa Palabra y ese Banquete.

De repente, la pregunta de una chica del grupo llena de curiosidad, viene a romper el misterio de este momento: "¿Quien representa este retablo? ¿Qué significa este libro?".

Con palabras sencillas y frases claras intento situar esta imagen y este libro: "Para nosotros cristianos, la palabra de Dios se revela en su Hijo Jesús, uno de nosotros, muerto y resucitado para todos y los evangelios recogen su vida y sus palabras. Es el mismo Jesús (Aissa), hijo de Miriam, mencionado en el Corán y reconocido como profeta en el Islam…"

Es cierto que para los musulmanes que viven a su alrededor, el hermano Carlos no podía expresar de una manera más evidente y a la vez contradictoria, el tesoro que él lleva en su corazón con el deseo de compartirlo con todos. La tradición musulmana prohíbe toda forma de representación humana y es una blasfemia pensar que Dios pueda permitir que su profeta Aissa (Jesús) padezca una muerte en la cruz tan infame. El Corán, la Palabra eterna e inefable de Dios, lo dice claramente. En el momento de la Pasión, Dios ha sustituido a la persona de Jesús en "una apariencia humana"

Los jóvenes conocen de memoria, la respuesta de su "catecismo" sobre este punto. Estamos en el punto crucial del debate: dos caminos distintos de expresar la Palabra de Dios frente a la trágica historia de la humanidad:

- un libro sagrado en árabe y un texto inmutable revelado al profeta Mahoma o

- la persona de Jesús, como Palabra encarnada del Padre en nuestra propia humanidad, en una cercanía que abre horizontes de vida para cualquiera de nosotros.

La discusión se abre en el grupo, frente al drama vivido en el país en este momento y que nos afecta a todos. ¿"Si Dios es el Todopoderoso", porque permite que sus fieles a través de una violencia ciega y devastadora, vivan en su nombre tantos sufrimientos inútiles?

Algunos aferrados a sus creencias inquebrantables afirman que "Dios no tiene nada que ver con estos asuntos, que los que practican estos crímenes no son verdaderos musulmanes como nosotros, y si Dios a pesar de todo lo permite es para un bien mejor para nosotros". En el discurso, no dejan ninguna grieta abierta en su afirmación categórica.

Otros más disponibles reconocen que la "sumisión" a Dios en la fe (Islam), no puede ser hacía un Dios impasible y alejado de nuestra realidad y humanidad. Dios esta cerca de quien sufre y de los que viven esta "pasión" en nuestra humanidad de hoy. ¿Qué rostro de misericordia y de compasión revela este Dios? Dios presente entre nosotros, se revela en este encuentro, como camino de fe y esperanza más allá de nuestras diferencias y bloqueos. Al salir el grupo de la capilla, dos chicas expresan claramente sus sentimientos, con una sonrisa tímida: sencillamente se acercan a mí para darme las gracias por nuestra presencia en este lugar.

En estos días, a finales de octubre, el invierno sigue disfrazado con su chaqueta de tristeza, de lluvia y de viento. Cada vez las consecuencias de la crisis económica se hacen más evidentes, en especial, entre los más desafortunados.

En el despacho de la parroquia entra una persona que parece por su aspecto la sombra de si mismo, flotando en la desesperación por los sentimientos que le ahogan su corazón. Lo reconozco, es el padre de un chico admirable que va a hacer la primera comunión. Se sienta y empieza a compartir sus penas y preocupaciones. Ha perdido su trabajo y después también perdió a su mujer. Todas las desgracias se han desencadenado de una manera irrevocable: el piso, la luz, la comida… Lleva entre sus manos una Biblia desgatada por el tiempo y el uso frecuente. Es la Biblia de su madre, la tiene como un recuerdo importante de su fe, y me dice que su madre solía rezar los salmos y de manera especial el salmo 69 "¡Sálvame, oh Dios, que estoy con el agua al cuello!"

Buscamos juntos este salmo y lo rezamos en voz alta. Después de un momento en silencio, veo que su rostro refleja una mirada más serena que al entrar. Me da las gracias y desaparece en la oscuridad de esta tarde lluviosa. Acuden a mi mente, tantas situaciones parecidas en este barrio, y cada vez que esto ocurre me siento desamparado y con las manos vacías.

Después de un año y medio al final de la misa dominical (el evangelio en este domingo presenta Jesús dando gracias al Padre, porque lo ha revelado a los pobres y a los sencillos), diversas personas entran como de costumbre a la sacristía para hablar conmigo de diversos asuntos. "¿Me reconoce usted?", dice una de ellas. Necesito un tiempo para situar de nuevo la cara y rebobinar la película y recordar nuestro último encuentro. "He venido a dar las gracias a Dios y a saludarle a la vez, ha mejorado nuestra situación de vida, tengo de nuevo trabajo y las cosas van mucho mejor". Se ve que alguna de las orientaciones que le había comunicado habían dado buen resultado y en este día, al escuchar el evangelio, quería expresar su agradecimiento. Hombre discreto, se fue sin decir más sobre el tema.

Me vino a la mente, cuantas personas sencillas a nuestro alrededor perciben como una esperanza y una fuente de vida, sin hacer ruido, esta Buena Noticia que Jesús sembraba por los caminos de Galilea. En el calor de la tarde, subo la escalera que lleva a este piso alquilado donde vive una joven pareja muy representativa del momento actual. Al final, el padre ha conseguido encontrar un trabajo fijo para la temporada. Acaba de nacer la hija, una niña preciosa y graciosa, todo ha ido bien. Ella me abre la puerta, lleva unas gafas negras enormes que enmascaran sus ojos marcados por el cansancio de un parto difícil y muy largo. Un cable eléctrico surgiendo de algún bajo del edificio entra por la terraza para asegurar la alimentación eléctrica de los aparatos esenciales. La niña esta durmiendo en su cuna tranquila, nos sentamos y empezamos a hablar. Y en la conversación de repente con una sonrisa se quita las gafas, en el momento que abordamos el tema del bautizo de su hija. No se sentían "dignos" de acercarse a la parroquia y cuanto me agradecen haber venido a ver a la niña, a felicitarlos, y a hablar con ellos de este bautizo que me habían comentado hace unos meses atrás en un encuentro en la calle. Nos ponemos de acuerdo para vernos un día para preparar la celebración. Atardece cuando me alejo del edifico por una calle que no había visto barrendero alguno por lo menos desde un par de semanas.

Caminando por la calle pienso en otra joven que lo había pasado mal en otro momento. La chica tan buena y amable había tenido que alejarse unos meses de su aldea y en el pozo, muchas lenguas comentaban el asunto. El padre era un buen hombre respetuoso y trabajador y afrontaba con confianza la situación pero cuando las cosas no aparecen como son es fácil de hacer comentarios que hacen aumentar las dudas. Y el hijo (un tal "Jesús", ya de mayor, se le recordaban a propósito que no se sabía "quien era su Padre" Y a pesar de todo eso, se trasformó en una historia santa de salvación que cambió la perspectiva del mundo.

En el desierto, al atardecer, el sol abrasador deja de agobiar y es la hora de bajar a regar los huertos. En la sombra que se alarga bajo los árboles, el agua del pozo empieza a correr en la sequía y a empapar la tierra y dar nuevo vigor a las plantas y a las palmeras. Poco a poco el canto encantador del agua se une al olor surgiendo aromas sutiles y distintos de las plantas que respiran de nuevo. Domina el perfume refrescante de la menta y el aire se refresca y se transforma en magia y renacimiento.

Es el momento de hablar tranquilamente con nuestro vecino del huerto, alrededor de la tierra seca que limita y une a la vez, los cultivos y sirve para el riego de los dos huertos. La conversación va al ritmo que se canaliza y se reparte el agua con parsimonia hacía los pequeños bancales sedientos.

Nuestro amigo, Ahmed ya es mayor y jubilado, de lo más humilde y pobre del pueblo, lleva y encarna la sabiduría de la vida. Cuántas veces en nuestras charlas me ha hecho reflexionar sobre el sentido profundo de la vida. Padre de una familia numerosa, Ahmed es también un hombre de fe profunda, lo que le ha permitido superar situaciones difíciles en su vida con una confianza inquebrantable repitiendo siempre que "Dios nos lleva en su mano" De esta manera, juntos con los pies en un juego de contraste blanco y negro, en la arena viva y húmeda que refresca, esta tarea de riego transforma cada día este momento en un tiempo de compartir lo más profundo de fe, de confianza, de paz y de vida.

Así habla el Señor: “Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé" (Is 55, 10-11).

ANDRÉ BERGER.

 

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