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JESÚS PRESENTE EN EL EVANGELIO

En nuestro Boletín hacemos continua referencia a la obra espléndida de IÓN ETXEZARRETA. En el capítulo II en el que trata de los "Rasgos teológicos-espirituales de la experiencia del Hermano Carlos", señala entre las dimensiones más importantes la experiencia que presenta bajo el epígrafe "Jesús presente en el Evangelio" y que ofrecemos en estas páginas (Cf. Hacia los más abandonados. Un estilo de evangelización. El hermano Carlos de Foucauld, Granada, 1995, 63-65).

"Recibamos el Evangelio. Es por el Evangelio, según el Evangelio como seremos juzgados... No según tal o tal libro de tal o cual maestro espiritual, sino según el Evangelio de Jesús, según las palabras de Jesús, los ejemplos de Jesús, los consejos de Jesús, las enseñanzas de Jesús..."1.

El Hermano Carlos compuso durante los años 1897-1899 dos retratos de Jesús, escritos a través de citas literales de los evangelios. Los dos son muy parecidos; a uno lo denominó "El Modelo Único" al otro "Nuestro tierno Salvador". Igualmente compuso con citas literales del Evangelio el "Ensayo para hacer compañía a Jesús". Su obra más amplia, "Meditaciones sobre el Evangelio", representa unas 1.500 páginas. Todas sus meditaciones, todos sus escritos, prácticamente todas sus cartas contienen alguna o varias citas del Evangelio. El Evangelio era sin duda su alimento.

Así en las notas de su retiro de diaconado, 1901, escribe: "Cap. XII. No omitir jamás mi meditación personal del Santo Evangelio. Mis lecturas personales del santo Evangelio, de la sagrada Escritura, del Reglamento: es el alimento (...) Cuando esté encargado de explicar a los hermanos el Santo Evangelio, preparar esta explicación y conducirla siempre sobre el amor, la contemplación y la imitación de Jesús, y la obediencia a sus enseñanzas"2.

En 1909, escribe: "Volvamos al Evangelio... Si no vivimos el Evangelio, Jesús no vive en nosotros"3.

En 1914 escribe a su amigo Luís Massignon, lo siguiente: "Trate de encontrar tiempo para leer algunas líneas de los santos evangelios, continuando un día la lectura del anterior, de manera que en un tiempo haya pasado bajo sus ojos, y después de la lectura (que no debe ser larga: diez, quince, veinte líneas, medio capítulo como máximo) medite durante algunos minutos mentalmente o por escrito sobre las enseñanzas contenidas en su lectura. Es necesario tratar de impregnarnos siempre del espíritu de Jesús leyendo y releyendo, meditando y remeditando sin cesar sus palabras y sus ejemplos: que hagan en nuestras almas como la gota de agua que cae y recae sobre una losa, siempre en el mismo lugar..."4

Es necesario vivir el Evangelio, vivir del Evangelio, para ser de Jesús. No se puede ser de Jesús sin vivir del Evangelio, y esta fuente interior de vida se transformará en grito evangelizador. No puede ser de otra manera. El grito evangélico es reflejo de la vida interior transformada por Él.

"Toda nuestra vida, por muda que sea, la vida de Nazaret, la vida de desierto, como la vida pública, debe ser una predicación del evangelio por el ejemplo; toda nuestra existencia, todo nuestro ser, debe gritar el evangelio sobre los tejados; toda nuestra persona debe respirar a Jesús, todos nuestros actos, toda nuestra vida deben gritar que nosotros somos de Jesús, deben presentar la imagen de la vida evangélica; todo nuestro ser debe ser una predicación viva, un reflejo de Jesús, un perfume de Jesús, algo que grita a Jesús, que haga ver a Jesús, que brille como una imagen de Jesús..."5.

El Evangelio será para Carlos de Foucauld no sólo el modo de encuentro con Jesús, su Bienamado Hermano y Señor, sino el manantial permanente que alimenta su oración y su vida. No sólo don recibido, sino tarea que ocupará todo el espacio de su existencia. A través del Evangelio, transformado por él, el cristiano, el religioso, el sacerdote, configurándose con Jesús mismo, lo transparentarán como Buena Noticia que es para el hombre y para todos los hombres. Pero el Evangelio de Jesús, la alegre noticia de su presencia se destinará especialmente a todos aquellos que ocupan los últimos lugares, ya que por ellos y para ellos ha ocupado el Señor el último lugar por su Encarnación, y nadie podrá arrebatárselo.

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1. Oeuvres spirituelles de Charles de Jesús, père de Foucauld (Anthologie), 84.

2. Ibid., 423.

3. Ibid, Carta al abbé Caron, 750.

4. Lettres à Louis Massignon, 166.

5. Oeuvres spirituelles de Charles de Jesús, père de Foucauld (Anthologie), 395.

 

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