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¿En dónde están los profetas?

 

Este era el título de una canción que Ricardo Cantalapiedra cantaba por los años 70. La pregunta sigue siendo válida a día de hoy. ¿Por qué? Siempre en tiempos de crisis se ha desarrollado el profetismo y ha mantenido viva la esperanza de los pobres. ¿No hay profetas hoy, aunque la crisis afecta a millones de personas en todo el mundo? ¿Cuáles podrían ser algunas causas de esa falta de profetismo? Señalamos, entre otras y en primer lugar, la vida asegurada.

Vivimos en un mundo donde tenemos seguros para todo: seguros de vida, seguros de muerte, de hogar, de coche, seguros médicos, seguros de viajes, de vejez, de incendios, de robos, seguros de las tarjetas de crédito, seguros para las piernas de los futbolistas, para la voz de los cantantes… y también "seguros" religiosos que nos auguran que con un determinado comportamiento, nos garantizamos el más allá. Nos hacemos un dios a nuestra medida, domesticado, al que manipulamos y no le dejamos que nos cuestione o interpele nuestro modo de vida, ni nos "saque de nuestras casillas". A esto es a lo que se llama "idolatría". Y cuando hay idolatría, no hay libertad. En contraposición a nuestro Dios, que se nos manifiesta como el Go‘el: el que libera, el que rescata, el protector…, un Dios que hace justicia: "justicia y derecho sostienen tu trono" (Sal 89). Jeremías decía: "Me sedujiste; Señor; y me dejé seducir". Dios nos deja la libertad de elección para dejarnos seducir o no. Con los ídolos a lo más que podemos llegar es al "Me sedujiste", pero nos niegan la capacidad de libertad. Y si algo caracteriza al profeta es que, siendo muy humano, con todas sus fragilidades y debilidades, sus dudas y cuestionamientos, sus valentías y cobardías, son seres libres.

Podríamos hablar también de la comodidad, como consecuencia de esa "vida asegurada". Es verdad que vivimos en un mundo complejo y que cuando afirmamos esto nos quedamos tan tranquilos, porque la complejidad nos frena para ir más allá. Pero es que el hecho de ser un mundo complejo no nos prohíbe avanzar en el entendimiento de esa complejidad ni debe servirnos como excusa para no hacer nada. Muchas de las nuevas pobrezas que la crisis está generando se deben a nuestra incapacidad para mirar el dolor de los demás, para descubrir sus causas y para actuar samaritanamente, saliendo de nuestros caminos convencionales y acercándonos donde están las personas heridas en las cunetas de la historia. Razón tiene Carlos García Vallés cuando afirma: "Quiéreme u ódiame, pero no me ignores". La indiferencia podría ser otra de las causas de la falta de profetismo en nuestros días.

 Tratamos de vivir en un mundo sin dolor y no aceptamos que el sufrimiento forme parte de nuestra vida. Y, sin embargo, ahí está. El hecho de no quererlo ver, para que no nos duela, nos convierte en espectadores. Y, no obstante, si algo caracteriza la vida de los seguidores de Jesús de Nazaret es precisamente la cruz y la resurrección.

¿HACIA DÓNDE MIRAR?

Todo el mundo asegura que la crisis es más que una crisis económica. Se habla de crisis de valores, de crisis del sistema, de crisis global… D. Pedro Casaldáliga, en su circular 2009, dice: "La gran crisis económica actual es una crisis global de la Humanidad que no se resolverá con ningún tipo de capitalismo, porque no cabe un capitalismo humano; el capitalismo sigue siendo homicida, ecocida, suicida". En esto abundan L. Boff, Jon Sobrino y otros muchos, sobre todo, desde América Latina, aunque también desde aquí se oyen voces apuntando en esa dirección. Por ejemplo, la Comisión Permanente de la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) ha hecho público un documento titulado "Reforma laboral y cambio de modelo de organización social".

Monseñor Nicolás Castellanos, obispo dimisionario de Palencia y misionero en Bolivia, dice una frase bastante certera y elocuente, aunque, malentendida, puede ser tachada de demagógica: "Esta crisis es de ricos. A ‗mis‘ pobres les pilla ausentes. Están siempre metidos en ella. Pero tienen esperanza. En el Norte sobran medios para vivir, pero faltan razones para existir, mientras que en el sur carecemos de los medios para vivir y sobran razones para existir". El profeta Joel hace una bella descripción de la devastación de su pueblo, y pese a ver esa realidad tan dura, que él va narrando certeramente, aún subsiste la alegría. Es cuando ésta se seca cuando puede decir que todo se acabó (1,12).

Pero, ¿cómo hablar del Dios de la vida en una realidad marcada por la injusticia, la desigualdad y la muerte? Si fuéramos capaces de pensar a Dios desde los pobres, desde las víctimas, no sólo como objeto de reflexión, sino como sujetos de ese modo de pensar, el sufrimiento, los acontecimientos históricos, las realidades diarias, estarían impregnadas por ese modo de vivir al límite y serían constantemente un revulsivo para cada uno de nosotros que cuestionaría implacablemente nuestro modo de vida, lo cual nos situaría ante nuestra propia verdad "obligándonos" a tomar postura ante esas situaciones o seguir en nuestra forma de vivir, pero sin capacidad de autoengaño. Porque lo que está claro es que avanzamos en el seguimiento de Jesús y en el crecimiento personal no tanto cuando nos hacemos oír, sino cuando somos capaces de escuchar otros sufrimientos y esperanzas que nos ayudan a estar atentos y en relación.

ALGUNAS LÍNEAS PROFÉTICAS EN TIEMPOS DE CRISIS

Los profetas son quienes mantienen viva la esperanza del pueblo. Y si siempre es necesaria esta tarea, nunca más que ahora, que no acaba de verse la salida del túnel y donde cada vez más gente está sufriendo las consecuencias devastadoras de esta crisis que no han generado, es preciso avivar esa esperanza si no queremos caer en un escepticismo generalizado y convivir con la sensación de impotencia, ayudando así a quienes dirigen los destinos del mundo a que sigan haciendo su nefasta voluntad.

Don Samuel Ruiz, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, afirmaba en 1975 en la Primera Asamblea Diocesana: "(...) asumimos y proclamamos en nuestra Diócesis la opción por los pobres. Para la opción por los pobres tenemos dos motivaciones: ojos con corazón evangélico y lectura del evangelio, para mirar que el mundo no funciona según las palabras del Señor... Al hacer esta opción nos tenemos que poner en camino; el camino nos lo va a dar la respuesta a dos realidades: al pobre, destinatario del Evangelio, y al Evangelio leído desde los pobres... es una opción cuyas consecuencias mido desde ahora, creo que todos medimos también este momento".

Y completando el pensamiento de D. Samuel, Jon Sobrino habla sobre los mártires de la Universidad Centroamericana y afirma que sería fatal dejarlos morir, que hay que mantenerlos vivos: "Los mártires, ellos y ellas, nos confrontan con nosotros mismos sin escapatoria, iluminan las realidades más profundas de nuestro mundo y lo que hay que hacer con él. Los mártires nos señalan mejor que nadie, y sin temor a equivocarnos, el camino a seguir. Son los que nos empujan al seguimiento de Jesús y mejor nos introducen en el misterio de su Dios".

¿Cómo hacer para seguir siendo una Iglesia profética, un pueblo de profetas, que anima el corazón del pueblo y denuncia todo aquello que le mutila, le oprime y le cierra los caminos de la vida? El profetismo es una llamada urgente a la generosidad, justicia, interioridad radical como elementos indispensables del caminar en presencia de Dios. De ahí la urgencia, el anuncio y la denuncia, la necesidad de verdad...

En primer lugar habría que reconocer la prioridad de Dios en nuestra vida, dar a Dios su tiempo. El gran sentido del sabat judío no es el culto, sino el reconocer el puesto, el tiempo de Dios. Cuando esto no se da, cuando Dios no es lo prioritario en nuestras vidas, en los acontecimientos con los que convivimos en el quehacer diario, estamos viviendo un "ateísmo práctico". Varias veces se repite esto en la Biblia. Se habla de una especie de ateismo que circulaba entre los israelitas en tiempos de los profetas. No era un ateismo teórico que declarara decididamente o demostrara la no existencia de Dios, era un ateismo, por decirlo de algún modo, "diario". La fórmula que usaban está recogida en los profetas (Jeremías, Sofonías…) del s.VI, o sea, entre los años 650 y 550 antes de la caída de Jerusalén: "Dios no puede hacer ni bien ni mal”. Y los profetas reprochaban esta actitud de alejar a Dios de los pequeños acontecimientos. Se puede leer Jer 5,12-13 ó Sof 1,12 o salmos como el 10, que expresa la oración de un perseguido: "Ellos dicen: Dios no se ve, Dios no se interesa… por tanto, podemos hacer lo que queramos".

El recuerdo-memoria es el fundamento para mantener viva la esperanza. No somos un pueblo de huérfanos; tenemos nuestra propia historia, aunque se empeñen en ocultarla, llena de riqueza, de luchas, de solidaridades, de creatividad... Tenemos raíces, tenemos identidad, tenemos dignidad. Canta Raimon: "Qui perd el origins, perd identitat" (quien pierde los orígenes, pierde identidad). Y nosotros celebramos el recuerdo-memoria del Crucificado-Resucitado, que sigue haciéndose presente en todos los crucificados, heridos, golpeados, maltratados, difamados, perseguidos, encarcelados de nuestra historia. Recuerdo-memoria de las víctimas y vencidos de la historia, "memoria peligrosa", en palabras de Johan Baptist Metz.

Este recuerdo-memoria se vuelve actitud crítica frente a todo lo banal, superficial, lo que pretende hacernos olvidar, lo que nos manipula y teledirige, frente a aquello que nos incapacita para ser los hombres y mujeres que Dios quiere, "a su imagen y semejanza". Necesitamos mirar con ojos nuevos, abrir el corazón para ver y sentir lo que hay a nuestro alrededor, para descubrir la injusticia, el dolor, la desigualdad que cada día provocamos con nuestra indiferencia.

Por eso, la afirmación de la persona, su promoción, su crecimiento, su desarrollo, todo el apoyo necesario frente a toda amenaza, frente a todo sufrimiento, frente a todo "absoluto" con pretensiones absolutas, como lo es en este tiempo el Mercado, al que se ha absolutizado como un dios. Desenmascarar la mentira. Vivir en verdad. Al estilo de Jesús, que cuando le han humillado y vilipendiado, cuando se han reído de él y con él han hecho chanza, cuando le han puesto el manto morado y el cetro de caña, cuando aparece como un no-hombre, es capaz de decir: "Yo para esto he venido, para decir lo que es la verdad" (Jn 18,37)

Afortunadamente las mujeres han ido tomando conciencia de su dignidad y responsabilidad y con su compromiso van mostrando nítidamente el rostro femenino de la Iglesia, aunque la institución no acaba de aceptarlo. Es mucho lo que se ha avanzado (porque se partía de muy atrás), pero es aún mucho lo que queda por avanzar. Ya Santa Teresa de Ávila, doctora de la Iglesia, hablando de la dignidad de la mujer y en rechazo del machismo, repudiaba a "los jueces del mundo, que –como son hijos de Adán y, en fin, todos varones- no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa".

En estos años se han multiplicado los Eres (expedientes de regulación de empleo), ha subido vertiginosamente el paro, se ha desmantelado tejido industrial, se ha acudido con presteza en ayuda de la Banca y no de las familias necesitadas, se ha recortado la ayuda social… y vemos cómo la situación no mejora, lo que nos cuestiona el modo de funcionamiento. Se trataría de anteponer el trabajo al capital, acabar con la "cultura del pelotazo", con los beneficios rápidos, de potenciar el vivir sencillamente para que otros sencillamente puedan vivir, porque la pobreza se cura con pobreza; vivir austeramente, vivir solidariamente, reconocer los derechos de los pobres porque son quienes tienen y sufren mayores necesidades, recrear nuevas formas de vida, de relación entre las personas. De éstas con la naturaleza...

Sigue siendo válida hoy aquella utopía que señalaba Casaldáliga: "Hoy, nosotros, en la convulsa coyuntura actual, profesamos la vigencia de muchos sueños, sociales, políticos, eclesiales, a los que de ningún modo podemos renunciar. Seguimos rechazando el capitalismo neoliberal, el neoimperialismo del dinero y de las armas, una economía de mercado y consumismo que sepulta en la pobreza y en el hambre a una gran mayoría de la Humanidad. Y seguiremos rechazando toda discriminación por motivos de género, de cultura, de raza. Exigimos la transformación sustancial de los organismos mundiales (ONU, FMI, BM, OMC…). Nos comprometemos a vivir una "ecología profunda e integral", propiciando una política agraria-agrícola alternativa a la política depredadora del latifundio, del monocultivo, del agrotóxico. Participaremos en las transformaciones sociales, políticas y económicas, para una democracia de "alta intensidad" (Hoy ya no tengo sueños)

Hay un texto en Mc 4,1.35, que puede ayudarnos a entender esta situación: Jesús se sube a una barca y comienza a enseñar a la gente. No es difícil imaginar a un Jesús en frente de la gente, sentado o de pie en la barca, en continuo vaivén, haciendo un esfuerzo por mantener el equilibrio, presto para partir en cualquier momento. En tierra, la multitud, recostada o de pie, en "tierra firme", los pies en tierra, sin esforzarse en mantener el equilibrio… Hay estabilidad. Y Jesús dice: "Vamos a la otra orilla del lago".

Y esta es la llamada permanente que se nos hace.

EUTIQUIO SANZ

 

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