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Venid a un lugar aparte y descansad

Nuestra vida hace nuestra oración. La experiencia del pueblo con quien he caminado durante estos años me ha ayudado mucho. Estar donde la vida parece repetir humildemente los grandes acontecimientos de la Biblia, donde se vive continuamente con Jesús de Nazaret, cuyo nombre está siempre en los labios de los cristianos que forman pequeñas comunidades en los barrios populares. Jesús que salva, Jesús que libera, a Él rezamos juntos.

La oración comunitaria de la mañana: los salmos, la lectura de la Palabra de Dios, conducen a nuestra vida a lo concreto. Oración del perseguido, del oprimido, del enfermo, del exilado. Oración por la paz, la justicia, la esperanza, la unidad. Oración de este pueblo que grita al Señor para que lo libere. Si esta oración nace de lo cotidiano, de la vida que nos rodea, no pierde en nada su dimensión universal, tenemos presente el mundo entero.

La acción de gracias brota también por esta vida que nace de las muertes que nos rodean. Sí, alabanza al Señor porque cada gesto en favor de la justicia, la ayuda a un hermano angustiado, es el hombre que se pone de pie y anda.

Muerte y vida: la Pascua que vivimos con Jesús que vino a dar la vida en abundancia, esta vida, como decía Monseñor Romero, “que empieza por el pan, el techo”(...) Sí, “la gloria de Dios es el hombre vivo” (San Ireneo).

(…) Luego, el otro aspecto: la búsqueda de Dios en la soledad, en el desierto. Porque si la vida hace mi oración, la oración hace mi vida, le da otra calidad, la vivifica. La respuesta a la invitación de Jesús: “Venid a un lugar apartado y descansad un poco”. Éste “descansar junto a Jesús” ha marcado mi vida.

La intimidad con Jesús es siempre para mí una llamada a la conversión, a una vida nueva. Dios no quiere que reciba su gracia en vano. Él es mayor que todo. Es el Todo, el principio y el fin. Lo adoro y deseo que mi vida esté anclada en Él para siempre: “La vida del hombre es ver a Dios” (San Ireneo).

En la vida de todos los días quiero procurar vivir bajo la mirada de Dios cada pequeño instante de mi vida, poniendo todo mi amor en cada minuto del momento presente. Es muy sencillo, pero necesita mucha pobreza y mucho despojamiento. El momento presente es lo único real donde puedo encontrar a Dios y donde Dios me encuentra.

Autor anónimo

 

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