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Editorial 

PROFETAS DEL AMOR DE DIOS

Sin lugar a dudas que el profeta es aquél que se interroga por la realidad teniendo como orientación la Palabra y el ejemplo de aquellos que la hacen viva con el compromiso, el testimonio y la gracia de Dios. No hay que olvidar que todos somos profetas por nuestro bautismo. Pero es evidente que al tiempo notamos que nuestro compromiso personal y comunitario, con frecuencia, se queda en difusos deseos sin las obligadas referencias a una comunidad viva y comprometida en la solución de los problemas que nos rodean. El teólogo Hugo Assmann escribe que la fe es compromiso eficaz: "Si la situación histórica de dependencia y dominación de dos tercios de la humanidad, con sus treinta millones anuales de muertos de hambre y desnutrición, no se convierte en el punto de partida de cualquier teología cristiana hoy, aun en los países ricos y dominadores, la teología no podrá situar y concretar históricamente sus temas fundamentales. Sus preguntas no serán preguntas reales. Pasarán al lado del hombre real… Es necesario salvar a la teología de su cinismo" [Teología desde la praxis de la liberación (Salamanca 1973, 40)]. La situación descrita, en estos últimos años, si ha cambiado es para empeorar con la actual crisis económica y de valores que azota la humanidad provocada por los de siempre y sufrida por los más débiles que, por otra parte, están en crisis permanente a merced de los opresores de este mundo. El mundo necesita profetas de la esperanza.

Los profetas anuncian la buena nueva y denuncian las situaciones que no son queridas por Dios. Recuerdo con emoción a este tenor los testimonios recogidos por los hermanos Leonardo y Clodovis Boff en el libro Cómo hacer teología de la liberación (Edic. Paulinas, 1986). Me detengo en un solo testimonio con carácter de ejemplaridad. "Cierto día, en plena sequía del nordeste brasileño, una de las regiones más famélicas del mundo, encontré a un obispo tembloroso que entraba en casa. "Señor obispo, ¿qué ocurre? Él, jadeando, respondió: "He presenciado algo horrible. He encontrado a una señora con tres criaturas y otra al cuello en frente de la catedral. Ví que estaban desmayadas de hambre. Yo dije: ―Mujer, dé el pecho a la criatura". "No puedo, señor obispo", respondió ella. El obispo volvió a insistir varias veces. Pero ella respondía siempre "Señor obispo, no puedo". Al fin, ante la insistencia del obispo, se descubrió el pecho. Estaba sangrando. La criatura se abalanzó con violencia al seno y chupaba sangre. La madre que había engendrado aquella vida la alimentaba, como un pelícano, con su propia vida, con su sangre. El obispo se arrodilló ante la mujer. Puso su mano sobre la cabecita de la criatura. Allí mismo hizo una promesa a Dios: mientras perdurara la situación de miseria, alimentaría por lo menos a una criatura con hambre cada día". El profeta mira la realidad de los oprimidos con los ojos de Dios y se acerca para compartir su vida. La búsqueda de Carlos de Foucauld estuvo jalonada, como bien sabemos, de encuentros que le cambiaron la vida y le llevaron hasta los últimos y más necesitados. Viendo y tocando la realidad, como el obispo brasileño, hizo el compromiso no sólo de defender a los pobres sino de vivir, en la medida de lo posible para un vizconde occidental, como ellos.

Cuando se cierra un número de nuestro Boletín como éste dedicado al profetismo en tiempos de crisis que da la impresión de que se podría haber dicho más pero los testimonios de acompañamiento con los más desfavorecidos de nuestra sociedad rica y opulenta, nos traen bocanadas evangélicas de aire fresco aún en aquellos asuntos que, a lo mejor, pudieran ser polémicos.

En el apartado de Ideas y Orientaciones hemos querido recoger un magnífico extracto del conocido libro de nuestro amigo Ión Etxezarreta donde se refiere el compromiso de Carlos de Foucauld con los más abandonados llegando a actuar como defensor de los esclavos y luchador incansable de la libertad ante las autoridades francesas a quienes echaba en cara el nulo cumplimiento de las leyes que ellos mismos habían redactado y aprobado.

Junto a Carlos de Foucauld nos ha parecido proponer de la mano de Jean Miguel Garrigues a Jacques Maritain como un profeta de nuestro tiempo, pensador y filósofo que, como bien sabemos, al final de su vida compartió su vida con los Hermanos de Jesús en la comunidad de Toulouse.

Por último, en nuestras reuniones de redacción, hemos juzgado conveniente incluir, al menos de vez en cuando, algunas orientaciones para la oración comunitaria y, aunque muchos tenéis o conocéis la Novena a Carlos de Foucauld elaborada por las fraternidad seglar de Riobamba, pensamos que es un buen material para usar en el momento oportuno en el trascurso de nuestras reuniones.

MANUEL POZO OLLER
 

 

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