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La Hermanita de la Sonrisa

Lima, 3 junio 2009

Queridas hermanitas,

El miércoles 27 salimos juntas de casa temprano cada una con diferentes trámites para hacer y como cada mañana saludando o conversando con unos u otros de los vecinos; al llegar a la gran avenida, René insistió en cruzar juntas, pero por ser un lugar peligroso, me resistí y lo hice 3 metros más adelante por resultarme más seguro; yo pude tomar mi bus que avanzó muy poco, deteniéndose por un accidente... Y quien estaba ya tendida en el pavimento era René, bajé al instante gritando “mi hermana, mi hermana”. Rodeada ya de muchas personas y policías, quienes trataban de hacerla reaccionar inútilmente, insistí en llevarla al hospital. Un policía la levantó con cuidado en camilla hasta el hospital 2 de Mayo, pero al sostenerle su cabeza sentí que sería algo gravísimo...

Ya en el hospital el Dr. Fernando Carvallo vino rapidísimo con todo un equipo de médicos, reanimaron su corazón, pero enseguida el primer diagnóstico fue “muerte cerebral” dando  muy pocas posibilidades de vida.

Avisado el P. Jorge Álvarez, vino enseguida quedándose con nosotras toda la mañana mientras había respiración; en 2 horas su corazón se fue apagando poco a poco.
Assunta, Miriam, Jorge y Fernando pudieron darle la bendición y rezar la oración de abandono antes de llevarla al tanatorio. (...) Anne Armelle y Magdalena en el Cerro, tratando de hacer y recibir infinidad de llamadas y ordenar un poquito la casa. (...) Toda esa tarde del miércoles venían los vecinos, niños y jóvenes a expresarnos su dolor queriendo consolarnos y acompañarnos con tanto cariño; como también los teléfonos de todo el mundo diciéndonos su cercanía, tanto de hermanitas como de amigos.

Me es difícil poner en un papel tantos “sentimientos encontrados”...  si hubiera arriesgado con ella tal vez la hubiera retenido…y preguntarle a Dios, por qué... ¿Qué quiere decirnos en este momento?

En esta semana entre la Ascensión y Pentecostés, Jesús quiso que viviéramos la experiencia de los Apóstoles, sintiendo tan fuertemente que el Espíritu de Él nos acompaña, porque Él no nos dejará solos.  Con cariño, María Camila

II

“... lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han palpado nuestras manos, es lo que les anunciamos: la palabra de Vida”.

        El día que René murió, y los que siguieron, hemos sido testigos de la fecundidad de su vida.

Algunos vecinos habían visto el accidente, sin saber de qué hermanita se trataba. Hubo confusión con Anarmelle y con Magdalena. La definición fue: “Se accidentó (luego, murió) la hermanita de la sonrisa...!”

Empezaron a llover las llamadas telefónicas, las visitas de los vecinos, todos tan conmocionados como nosotras. Cuatro hermanas y un hermano de René llegaron entre el miércoles por la noche y el jueves por la mañana; al igual que María Patricia y Marina, desde Chile.

Mientras tanto, en San Cosme se iba preparando el funeral. Nuestra fraternidad se transformó en la casa del pueblo, más que nunca. Por más que Magdalena había limpiado la fachada, D. Lucho, vecino de al lado, lo volvió a hacer. Tres muchachos con sus moto-taxis se ofrecieron a guiar a la gente que fuera llegando sin conocer el barrio. A la vez guía y “protección” para los que venían. En lugar del nombre de la empresa, colocaron un cartel: “Hermanitas de Jesús”.

  Así llegó nuestra hermanita al Cerro. Ya había varias personas en la casa, con flores, llanto y fe; silencio y condolencias. Hasta la tarde, la casa se fue inundando de gente, con sucesivos rosarios. Los vecinos del barrio, trayendo azúcar, galletas, café. Algunos, con dinero que deslizaban en nuestras manos. Religiosas, amigos de cerca y de lejos, en el tiempo y en los barrios donde René vivió.

Al atardecer, ya desbordando de cariño y de gente, vivimos juntos la celebración de la Eucaristía con Jorge Álvarez. René, ese 27 de mayo había preparado la oración con una plegaria eucarística sobre la fe pascual, que fue la que rezamos. Afuera, la calle se había cortado con las bancas de la gruta, y vecinos y vecinas impedían el pase de cualquier movilidad. Ya entrada la noche, sólo con nosotras y los del barrio, Juan Carlos, Olga y Eddie hicieron una oración, jalonada de Evangelio, reflexión, testimonios y cantos.

Llevando el cajón a pie, se volvió a despedir a la entrada del Cerro San Cosme, al grito de: “¡Hermanita René! ¡Presente! ¡Hermanita René, no te olvides de tu Cerro! ¡Hermanita René, te queremos!”.

En nombre de cada una de las hermanitas de la región de Perú, agradezco inmensamente a cada uno, cada una; que tanto por correo electrónico, como por teléfono o personalmente, han estado cerca, con muestras de profundo cariño en estos momentos de desconcierto y dolor.

Como dijo Gastón en su homilía: “René era una mujer orante, de una fe firme; que sabía muy bien por qué, a Quién y a quiénes había entregado su vida. René anunció con su vida y con sus palabras a ese Jesús a quien tanto amó".

Nosotras somos testigos de todo esto.

Un abrazo. Paula Regina

 

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